Roberto Trinidad
Roberto Trinidad

Roberto Trinidad recuerda haberse sorprendido cuando un representante del Programa de Ayuda Universitaria para Inmigrantes (Assistance Migrant Program, CAMP) de la Universidad Estatal de Oregon concurrió a su escuela secundaria en Nyssa, Oregon, para hablar sobre la educación superior. Le dijeron a Roberto, el mayor de cinco hijos, que se había instaurado el competitivo programa de becas CAMP para trabajadores inmigrantes y sus hijos, el cual brinda apoyo financiero y académico durante todo el primer año de enseñanza superior. Repentinamente la idea de la universidad, que parecía tan lejana, comenzó a verse posible.

“Nunca pensé que habría un programa orientado a las necesidades de los estudiantes provenientes de diversos orígenes”, revela Roberto.

Cuando decidió estudiar en la Universidad Estatal de Oregon con la ayuda del programa CAMP, Roberto también participó en START Bilingüe, el programa de orientación para estudiantes de primer año destinado a las familias de habla hispana. Toda su familia lo acompañó en su primer viaje al campus, lo que es muy común entre las familias latinas como la de Roberto, en especial por el hecho de que él fue el primero en su familia en graduarse de la educación secundaria y avanzar a la superior.

Ambas experiencias ayudaron a que Roberto, ahora estudiante de último año de Español y ciencias étnicas, se sienta como en casa en la Universidad Estatal de Oregon, que es exactamente el objetivo del programa. “He mantenido contacto con las personas que he conocido en los programas CAMP y START Bilingüe. Aquí la comunidad latina tiene lazos muy estrechos”, destaca Trinidad.

El programa CAMP en la Universidad Estatal de Oregon existe desde los últimos seis años y ha ayudado a más de 200 estudiantes de primer año provenientes de familias inmigrantes o de labores agrícolas temporeras. Su tasa mínima de retención del primero al segundo año fue del 97% tras el primer año de CAMP. El año pasado la tasa de retención fue del 100%.

“Esta es una experiencia totalmente nueva y, en el caso de los estudiantes en CAMP, suele ser su primera vez en un campus universitario, tanto para ellos como para sus familias”, afirma Amas Aduviri, director de CAMP. “Las decisiones que tomen sobre su educación superior tendrán efectos muy positivos en sus familias y sus comunidades, y abrirán la opción de que cualquier persona ingrese a la universidad en su comunidad”.

El éxito de CAMP ha sido tan impresionante que el financiamiento del programa se renovó recientemente por otros cinco años. “Seguiremos viendo a estudiantes provenientes de familias inmigrantes y de empleados agrícolas temporeros ingresar a la OSU en los próximos cinco años, quienes de otro modo no podrían haber accedido a la educación superior”, destaca Aduviri.

Hace cinco años, los programadores (Alicia Ortega de Admisiones y Kris Winter de Programas para Nuevos Estudiantes y Extensión Familiar) crearon START Bilingüe cuando se percataron de que el típico programa de orientación START no abordaba bien la barrera del lenguaje en las familias de habla hispana o en las familias numerosas. El verano pasado, más de 30 estudiantes y sus familias participaron en el programa.

Los programas le ayudaron tanto a Roberto que ahora desea retribuirlos. Comenzó a ayudar a otros estudiantes mediante el programa de orientación START. Trinidad le brinda apoyo a familias traduciendo y hablando con los nuevos estudiantes y sus familias. “Me encanta trabajar con estudiantes y darles su primera impresión de cómo es el campus”, afirma.

Al trabajar como voluntario en START, Roberto descubrió su pasión: ayudar a incorporar en la educación superior a futuras generaciones de familias latinas. Y se nota que lo hace bien; la hermana de Roberto ha decidido estudiar en la Universidad Estatal de Oregon.

“Quiero que los nuevos estudiantes puedan decir cuando llegan al campus ‘este puede ser mi campus, puedo estudiar aquí'”, concluye Roberto.

Para Matt Shinderman, la docencia le resultó tan natural como salir al aire libre con su abuelo cuando era niño. Este instructor principal en el campus Cascades de la OSU combina en el trabajo su pasión por ambas actividades.

Matt Shinderman

Shinderman dicta cursos de todo tipo, desde ecología sobre especies en peligro hasta política y normativa ambientales. Su objetivo: ayudar a los estudiantes a ser un aporte en comunidades sustentables. Shinderman se cerciora de que ello sea así dándole a los estudiantes experiencias prácticas más allá de la sala de clases, como medir los efectos del trabajo de restauración de cursos fluviales, y guiarlos en la creación de proyectos propios que aborden las necesidades de sus comunidades.

Recientemente tuvimos la oportunidad de platicar sobre la docencia, un curso diseñado específicamente para la sustentabilidad y lo que lo motiva a continuar.

¿De dónde es? ¿Qué lo hizo decidirse por la ecología?

Soy oriundo de Fairfax, Virginia, un lugar que casi más lejos no podría estar. Pasé mucho tiempo con mi abuelo al aire libre, y creo que parte de esas influencias precoces marcaron mi pasión por la vida al exterior. Cuando estudiaba en la universidad, tuve profesores muy influyentes en el campo de la ecología y la biología de la conservación, lo cual solidificó mi interés por los ecosistemas.

¿Qué lo hizo decidirse a enseñar esos temas a los demás?

La docencia fue una circunstancia en la facultad de posgrado. Enseñé un poco cuando era estudiante de magíster y de verdad me gustó. Me llevaba bien con los estudiantes. Cuando fui adquiriendo más experiencia docente, se hizo obvio que era algo que deseaba seguir haciendo en el largo plazo.

¿Qué tipo de temas espera resolver con el trabajo que hace?

La respuesta sencilla sería salvar al mundo, pero eso sería un poco exagerado. Lo que realmente desearía hacer en este momento, particularmente con la docencia, es ayudar a resolver problemas comunitarios relacionados con recursos naturales comunes que solemos usar pero no analizar; y luego, en una perspectiva más amplia, ayudar a las comunidades a ser más sustentables.

Usted dicta un curso totalmente dedicado a la idea de las comunidades sustentables. ¿Puede contarnos más al respecto?

NR 350, Comunidades Sustentables, es una introducción interdisciplinaria a la teoría y práctica de la sustentabilidad.  A nivel conceptual, la clase asume un enfoque de tres aspectos básicos: el programa educativo debe integrar conceptos ecológicos, económicos y sociales.

El curso comienza con un módulo sobre teorías y conceptos contemporáneos de sustentabilidad, durante el cual los estudiantes aprenden sobre el desarrollo conceptual de la sustentabilidad y las estructuras dominantes que se usan por todo el mundo, como por ejemplo, Natural Step.

Tras el módulo inicial, el curso pasa a una modalidad de conferencias con invitados, en la que expertos del campus y de la comunidad presentan diversos componentes de la sustentabilidad, abarcando el desarrollo comunitario, herramientas y prácticas económicas, administración de recursos cooperativos, edificación ecológica y otros temas.
El avance de los estudiantes se evalúa principalmente mediante una propuesta de largo plazo para la cual desarrollan un proyecto relacionado con la sustentabilidad, diseñado para una empresa u organización local. Pueden concretar sus proyectos en el período siguiente en su práctica.

Algunos de los proyectos que han propuesto han sido trabajar con el Bend Golf and Country Club para desarrollar un amplio sistema de administración y abono a partir de desechos de comida. Un grupo de estudiantes también formuló un amplio protocolo de evaluación de la sustentabilidad para el distrito de Old Mill (OMD), un centro comercial de uso mixto en Bend. Esto requirió la colaboración del personal de OMD y de empresas individuales, en especial durante la fase de instauración, en la que los estudiantes realizaron una evaluación para REI.

¿A qué se dedican sus alumnos cuando se gradúan?

Nuestros estudiantes realizan muchas actividades. Algunos trabajan en consejos sobre líneas divisorias de aguas por todo el estado, y se desempeñan en múltiples proyectos de diversa índole relacionados con la adjudicación de derechos de agua. Otros se dedican a proyectos de restauración. Muchos trabajan en organismos federales o estatales de administración de tierras en diversas capacidades.

¿Qué es lo que más admira de sus estudiantes?

Creo que más allá de la inversión en su propia educación, nuestros estudiantes están ávidos de salir de la clase y participar en algunos de los proyectos reales que tienen resultados tangibles al final del día o al final del período académico. Tienen muchas ansias de salir e insertarse en los sistemas de los que hablamos en la clase.

Cristina Delgado
Cristina Delgado

La vida no fue fácil para Cristina Delgado cuando se trasladó a Estados Unidos desde Michoacán, México, a la edad de 9 años. Su padre había fallecido recientemente, y su madre se la llevó a ella y a su hermana a Hillsboro, Oregon, para darle a su familia la oportunidad de iniciar una nueva vida.

Cristina no conocía el idioma, las tradiciones ni los valores de su nueva cultura. Tampoco disponía de muchos recursos. Su madre trabajaba en más de dos empleos para mantenerlas, incluyendo la limpieza de escuelas y labores agrícolas. Finalmente consiguió un empleo en McDonald’s, donde lleva trabajando más de 10 años.

A pesar de esta difícil transición, la madre de Cristina Delgado siempre ha estimulado a sus hijas a participar en su comunidad. “Ella pensó que era la manera perfecta de que aprendiéramos el idioma un poco más rápido, o de aprovechar oportunidades de liderazgo,” recuerda Cristina. “Mamá siempre decía, ‘Si hay un club, inscríbanse. Si hay alguna actividad, participen.’”

Fue más fácil que Cristina siguiera ese consejo cuando, en 8 o grado, ella y su familia se mudaron a Forest Grove, donde una gran población latina colaboró en su proceso de adaptación.

“Ir a la escuela y tener clases con otros estudiantes latinos me facilitó las cosas,” rememora Cristina. “Algunos de los cursos tenían traductores y personas disponibles para ayudarnos en español. Había actividades en las que podía participar después de clases y hacerme sentir realmente parte de Estados Unidos.”

Esa nueva sensación de contención y el estímulo de su madre ayudaron a motivar a Cristina a asumir posiciones de liderazgo en organizaciones destinadas a la ayuda comunitaria. Se comenzó a transformar en una forma de vida para ella. Desde su época en la secundaria en Forest Grove hasta ahora, a punto de graduarse en la Universidad Estatal de Oregon (OSU) en Ciencias Políticas, Cristina ha incorporado el servicio comunitario en su vida académica y extracurricular.

Durante el tiempo que pasó en la OSU, Cristina ha visitado escuelas secundarias para dirigirse a los estudiantes latinos y entregarles información sobre el ingreso a la educación superior. Ha servido de guía a estudiantes secundarios, a quienes llevó al campus de la Universidad Estatal de Oregon para que pudieran ver cómo es la vida universitaria. Cristina ha conectado a las comunidades con recursos y servicios de traducción. Ha ayudado a organizar festivales culturales en el campus cada año. Ha participado en PeaceJam. Ha ayudado a producir una versión en español de “Los monólogos de la vagina” los tres últimos años a fin de llamar la atención sobre temas sexuales que suelen ser tabú para la comunidad latina.

“Nunca he visto a alguien tratando tan desinteresadamente de retribuir lo obtenido a su comunidad como lo hace Cristina.  Ella se esfuerza académicamente no sólo por obtener buenas calificaciones, sino también por adquirir los conocimientos y las habilidades que le permitan ayudar a los demás,” destaca Joseph Orosco, profesor de filosofía en la Universidad Estatal de Oregon a quien Cristina considera uno de sus mentores.  “Es una estudiante excepcional que ha tomado lo que ha aprendido y defiende los derechos de las mujeres latinas e indígenas en el campus y en su comunidad.”

Cristina llegó a la Universidad Estatal de Oregon en parte debido a su participación comunitaria. Fue la presidente del Movimiento Estudiantil Chican@ del club Aztlan (M.E.Ch.A) en su escuela secundaria, donde recaudó fondos, organizó reuniones sobre la reforma en la inmigración, organizó clases de inglés para adultos que trabajan en granjas y visitó campamentos de trabajadores para hacer entrega de alimentos y ropa. Cristina también hizo una pasantía en una organización que ayuda a miembros de la comunidad a obtener su diploma GED y a aprender habilidades informáticas y de entrevistas laborales.

Su potencial de liderazgo captó la atención del asesor guía José Torres, un ex alumno de la Universidad Estatal de Oregon que instó a Cristina a solicitar el ingreso a dicha institución. Le comentó a Cristina sobre el Programa de Ayuda Universitaria para Inmigrantes (College Assistance Migrant Program, CAMP), un programa federal que brinda apoyo a migrantes y empleados temporeros agrícolas y a sus hijos durante su primer año en la enseñanza superior. Le informó también sobre algunas de la organizaciones M.E.Ch.A en la Universidad Estatal de Oregon.

“Envié una solicitud en parte porque él me incentivó a hacerlo,” manifiesta Cristina. “La segunda razón por la que vine es que siempre me interesó la educación, tomando en cuenta las experiencias de mi vida. Mi familia sacrificó mucho por mí al traerme a Estados Unidos con la esperanza de continuar mi educación. Para mí, ir a la universidad, especialmente a la del Estado de Oregon, era una forma de agradecimiento.”

Al igual que a muchos estudiantes, a Cristina le preocupaba la transición de la vida familiar a la universitaria, y se preguntaba cómo sería su vida cotidiana. ¿Le iría bien? ¿Lo lograría?

“Había ocasiones en las que sentía deseos de volver a casa y quedarme allí, pero apenas llegué a la Universidad Estatal de Oregon, comencé a buscar las organizaciones y las formas de participación que me hicieran sentir como en casa,” confiesa Delgado. Sin duda el programa CAMP fue de gran ayuda. Significó para Cristina un pequeño grupo de amigos que habían experimentado situaciones similares, en quienes podía confiar si necesitaba ayuda.

Pero Cristina también creó su propio espacio en la universidad con su participación comunitaria, y con gran éxito. Cuando estaba en el penúltimo año de la educación secundaria, se adjudicó un premio de $5,000 por liderazgo en cambio social, el cual le permitió hacer una pasantía en PCUN, el Sindicato de Empleados Agrícolas de Oregon. Allí colaboró en la gestión de la emisora radial de PCUN, que se aboca a los empleados agrícolas y miembros de la comunidad en la zona de Woodburn, en Oregon. Investigó la historia de las luchas sindicales de los empleados agrícolas de PCUN en la zona noroeste del país, incluyendo la participación de César Chávez. Delgado también ayudó a organizar reuniones con la autoridad municipal sobre la reforma de la inmigración y formó parte en comités que organizaron agendas estratégicas para impulsar dicha reforma.

“Como estudiante de ciencias políticas, nunca había tenido esa oportunidad,” recalca Cristina. “La pasantía me otorgó muchos conocimientos sobre la creación de una agenda estratégica y la colaboración con organizaciones sin fines de lucro.”

El verano pasado, Cristina hizo una pasantía mediante el programa  PROMISE en la oficina de administración de subvenciones de su universidad, y creó un amplio informe que documentaba cómo se le pagaba a los expertos y académicos visitantes –a veces mediante un complicado sistema de nómina. El trabajo implicaba mucha redacción, y requirió que Cristina realizara amplias investigaciones y entrevistas para obtener la información que necesitaba.

“Representó todo un desafío para mí, pues debí mejorar mis habilidades de oratoria, redacción e investigación,” sostiene. “E incluso aprender las políticas y el lenguaje comercial y de visas. Todo era nuevo. Pero marcará una diferencia en el futuro de mi vida.”

En este instante, Cristina se encuentra decidiendo dónde la llevará ese futuro. Su idea es estudiar derecho u obtener una maestría que finalmente la ayude a asesorar a organizaciones sin fines de lucro. Sea como fuere, su enfoque estará en su comunidad.

“Quiero ayudar a organizaciones sin fines de lucro que apoyen a comunidades con baja representación: organizaciones femeninas, granjeros, minorías sexuales,” sostiene. “Todo el trabajo que he hecho mediante la universidad ha ayudado a mi crecimiento personal o profesional. Cada año aprendo mucho.”

Era el invierno del 2002 en Hermiston, Ore., cuando Jesús Jaime-Díaz hablo con su hermano May de 14 años  y le dijo que él podía lograr todo lo que quisiera. Después de todo lo negativo que Jaime-Díaz había pasado en su vida, (pobreza, pandillas, violencia, arrestos)- él quería ser un modelo a seguir para May. “Puedes ir al colegio. Puedes ir al otro lado de Oregon” Jaime-Díaz le decía. “Puedes ser un Castor o un Pato,” las mascotas de La Universidad del Estado de Oregon  y de la Universidad de Oregon. “Y yo te ayudaré a comprar un carro.” Jaime-Díaz estaba seguro que su hermano escogería un carro caro, y comenzó a pensar y arrepentirse de lo que le había dicho.

May le dijo que quería un Camaro de 1977 y que prefería ser un Castor que un Pato. Jaime-Díaz no supo porque le había decidido eso, y jamás lo sabría. May falleció un mes después de esa conversación cuando la traila donde vivían estalló en llamas. “Después de eso sentía que la vida no tenía propósito,” dice Jaime-Díaz. “La vida jamás será igual sin él, siempre me siento entumecido y vacío.”

Un Largo Camino por Recorrer

En teoría, el colegio no parecía ser una opción probable para alguien como Jaime-Díaz. Él había dejado los estudios de la preparatoria y había estado trabajando en el centro de distribución de Walmart en Hermiston por cuatro años cuando decidió obtener  su GED. “Me daba vergüenza y caminaba con mi cabeza agachada cuando pensaba que no tenía mi diploma,” dice Jaime-Díaz. “Siempre me dolía que hubiera dejado mis estudios.” Jaime-Díaz recibió su GED unos meses después de la muerte de May.  Continuó en la escuela y recibió su certificado de Asociado en El Colegio Comunitario Blue Mountain en el 2005. “Me acuerdo de mi primer día en Blue Mountain,” dice Jaime-Díaz, “pensé: ‘estoy en el colegio.’ Esto hasta ahora sigue sintiéndose irreal. No hace mucho que me estaba congelando sentado en un sofá viejo en mi casa, hambriento y sufriendo con mi familia, y ahora estoy aquí.”

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Jesus Jaime-Diaz

Después de acabar en Blue Mountain, Jaime-Díaz  continuó con su promesa de honrar a May  y fue aceptado en OSU convirtiéndose en un Castor. Al cumplir con su promesa, encontró su pasión de ayudar a mejorar  las comunidades marginalizadas y a educarlas. La primavera pasada, Jaime-Díaz se graduó con una licenciatura en comunicación oral y estudios étnicos. Pero antes de acabar, pasó diez semanas haciendo su internado y trabajando con los jóvenes del barrio en Santa Cruz, California. Las historias de estos jóvenes eran demasiado similares a la de él.

Devolviendo a la Comunidad

Jaime-Díaz se enteró del programa Barrios Unidos en Santa Cruz cuando vio uno de sus anuncios en la oficina del profesor de estudios étnicos, Robert Thompson. Mostraba dos manos uniéndose entre sí como un gesto de solidaridad. La imagen lo movió tanto que Jaime-Díaz decidió trabajar para el programa ese mismo día. Inmediatamente les mandó un correo electrónico para ofrecer sus servicios voluntarios.

Desde Enero a Marzo del 2009, Jaime-Díaz trabajó con jóvenes de altos riesgos de todas las edades. En el Centro Comunitario Live Oaks, ayudó con talleres para adolescentes en programas de libertad condicional. Jugó unos partidos de vóleibol con ellos y cocinaron comidas mexicanas tradicionales como el ceviche. Muy pronto algunos muchachos del barrio que no se encontraban en el programa comenzaron a involucrarse simplemente para tener un lugar nuevo y sano para pasar el tiempo. Jaime-Díaz ayudó a reducir la hostilidad entre los estudiantes pandilleros de la preparatoria Pajaro Valley en Watsonville. También trabajó en la preparatoria de Barrios Unidos para Cambio Social Cesar Chavez presentando seminarios sobre las fundaciones de los estudios étnicos, la esclavitud, el genocidio y la colonización.

Además, Jaime-Díaz trabajó por medio de Barrios Unidos con niños en el Centro Comunitario Beach Flats, un hogar para niños cuyos padres trabajaban en varios trabajos, y quienes estaban en alto riesgo de iniciarse en la vida de las pandillas. “Tuve la oportunidad de jugar ‘Candyland’ con los niños,” un juego de tablero Americano, “que nunca pude jugar cuando era niño porque no hablaba inglés. Esos niños me curaron emocionalmente y siempre se los agradeceré, jamás los olvidaré.”

Jaime-Díaz pudo darles a los niños en Santa Cruz algo que siempre había buscado él mismo- un mentor.  “Me dijeron que  había hecho una gran diferencia en sus vidas y que nadie los había tratado de esa manera. Yo siempre busqué este tipo de guía cuando era niño.”

El Camino por Adelante

Ahora, Jaime-Díaz está inscrito en el programa de Maestría de Estudios Interdisciplinarios en OSU estudiando educación de adultos, comunicación oral, y estudios étnicos. “Mi enfoque está en el reclutamiento y retención de estudiantes para el colegio en comunidades oprimidas o sin representación. “Él dice, “espero continuar mi educación obteniendo un doctorado en educación de adultos con un énfasis en el liderazgo del colegio comunitario, ojalá como un “Castor.” Eventualmente quiere regresar al oeste de Oregon para desarrollar un enfoque comunitario para reclutar a jóvenes Latinos. “La educación no lo hace a uno mejor que los demás. Lo que hace, es darnos una responsabilidad moral de asistir a los demás en alcanzarla también” dice Jaime-Díaz.

El deseo de May de ser un Castor es lo que lo ha motivado a Jaime-Díaz a seguir adelante. “Cuando murió May, la idea  de ser un castor se repetía  en mi mente y me hice una promesa. Para mantenerme vivo, voy a honrar a May y me haré un Castor. Pensé: “lo que tú querías hacer, yo lo haré por ti’,” dijo Jaime-Díaz.